El pasado 7 de agosto falleció el escritor Enrique Laso Fuentes, sin lugar a dudas el autor autopublicado español más importante del momento. Amén de su record de ventas, que alcanzó los 2.000.000 de copias vendidas, Enrique era grande por muchas cosas.

Conocí a Enrique Laso hace dos años a través del podcast Triunfa con tu libro, de Ana Nieto, en un programa titulado “Cómo he vendido 500.000 ebooks”.

Lo primero que me conquistó de Enrique fue su risa y su desparpajo. Por su tono de voz se notaba que era alguien alegre, que disfrutaba con lo que hacía, aunque lo que más me impresionó de él en aquella entrevista fue toda la información que compartió. Su filosofía de ventas y de trabajo estaba avalado por los resultados. No era el típico “vendehúmos” que uno puede encontrar por la red. Enrique sabía de lo que hablaba y tenía muy claro cómo alcanzar el éxito en la autopublicación. Pero, además, no tenía problema en compartirlo con los demás y contar cómo lo había conseguido.

Enrique también era alguien cercano. Podías mandarle un mensaje al correo, al Messenger o dejarle un comentario en el Facebook que siempre encontraba un hueco para responderte. En mi caso contacté con él después de leer Los crímenes azules, para comentarle lo que me había gustado y algún pequeño error que había encontrado, y  descubrí a una persona amable y cercana que no tuvo problema en debatir conmigo.

Enrique Laso fue un escritor prolífico, cuya extenso catálogo quizás nunca lleguemos a conocer, ya que publicaba buen número de sus obras bajo pseudónimo. Poeta y novelista, sus obras han sido traducidas a más de una decena de idiomas, destacando las saga de Ethan Bush, con un total de nueve volúmenes.

Puedes encontrar por la red innumerables entrevistas, tanto escritas como de audio, en las que siempre defendió el trabajo como único modo de lograr el éxito y en las que nunca se cansó de repetir las claves para conseguirlo. En Ivoox puedes escuchar varias de ellas.

En mi caso, como miembro de La alianza de escritores, siempre lamentaré no haber podido entrevistarle en Charlas de autopublicación. Sin duda, habría sido una entrevista muy interesante y enriquecedora, aunque nos queda su legado. Él nos mostró el camino y ahora nos corresponde a nosotros andarlo.

Desde aquí quiero mandar un abrazo a sus familiares y amigos, y a todos los que tuvieron la suerte de compartir sus vidas con Enrique. Puedo asegurarles que su nombre no caerá en el olvido, al menos para mí.

Allí donde estés, maestro, siempre estarás en nuestro recuerdo. Que la tierra te sea leve.