Hace poco me sucedió algo curioso. Comenté con dos amigos distintos, y por separado, que estaba contento con cómo iban últimamente las ventas de mis libros y el modo en que estas habían aumentado desde que mi catálogo había alcanzado la cifra de siete libros publicados. Cuando les dije que esperaba terminar 2016 publicando un total de tres libros durante el año y que mi intención era mantener esa media para el año siguiente, ambos me dijeron exactamente lo mismo: «No deberías tener prisa por publicar porque bajarás la calidad de tus obras».

Me llamó la atención ese razonamiento porque fue el mismo que tuve yo hace año y medio cuando Miguel Ángel Alonso Pulido me habló de Dean Wesley Smith, un autor independiente estadounidense que vive de lo que escribe y que lanza una obra al mercado cada dos meses. Lo primero que pensé al oír la cifra fue: «¿Cómo van a tener calidad sus novelas si publica una cada dos meses? Es imposible escribir y corregir una obra en tan poco tiempo».

Hace año y medio les habría dado la razón a mis amigos, pero ahora no solo no estoy de acuerdo con ellos, sino que puedo convencerles de lo equivocados que están y argumentar mi respuesta.

¿Puede tener calidad una obra que se publica en solo dos meses?

La respuesta es sí, aunque eso no quiere decir que yo pueda hacerlo, al menos de momento. En mi caso ese plazo es algo mayor, cuatro meses, quizás cinco, porque mi dedicación a la escritura no es exclusiva como en el caso de Dean Wesley Smith.

Tengo un trabajo que me ocupa desde las 7.30 de la mañana hasta las 15.00 de la tarde de lunes a viernes, además de los días, incluso semanas, que tengo que pasar fuera de casa a lo largo del año. A ello hay que sumar que estoy casado, tengo una familia a la que atender y una serie de obligaciones diarias que absorben parte de mi tiempo.

Por ello me doy por más que satisfecho si logro cubrir el límite de 1.500 palabras por sesión que me marco cuando me pongo a escribir. Incluso me vale si me sale una media diaria de 1.000 palabras, porque eso significaría que en 90 días (3 meses) tendría escrita una novela de 90.000 palabras. Si a ello sumamos al menos un mes para corregir la novela, tendría una novela lista para ser publicada a los cuatro meses, cinco si se alarga algo más la corrección.

Pero volvamos a la cuestión de la calidad y si es posible que una obra escrita en tan corto espacio de tiempo pueda tener la mínima que el lector espera de ella.

Para ello, es importante que, cómo escritores, tengamos muy claras una serie de premisas.

– No existe la novela perfecta.

Por mucho que la leas, la revises, la guardes en un cajón durante semanas y al cabo de ese tiempo vuelvas a iniciar el proceso, siempre encontrarás cosas que cambiarías en ella. Puede tratarse de la construcción de una frase, una descripción o de un diálogo que podría mejorarse, pero siempre habrá algo que te gustaría cambiar.

En este caso, yo lo que suelo hacer es leer y corregir mi novela tantas veces como sea necesario hasta que estoy satisfecho con el resultado. Una vez que me gusta la novela tal y como la he dejado, sé que es el momento de mandarla a los lectores beta, incluir sus correcciones y publicarla.

¿Por qué lo hago así? Porque sé que si a mí me gusta lo que he escrito a los lectores también les gustará, al menos a los que me siguen una novela tras otra y están deseando que publique mi siguiente obra.

Seguro que si sigo revisándola corregiría pequeñas cosas y encontraría algún error, pero eso me quitaría tiempo de escribir mi siguiente novela y es algo que no quiero.

– No por tardar más en terminar una obra esta tendrá más calidad.

Es un error en el que mucha gente cae, ya que cree, erróneamente, que haber tardado mucho tiempo en terminar una novela (pongamos un año, incluso dos) significa que el autor ha revisado cada párrafo y cada frase hasta que han quedado perfectos, cuando en realidad lo que ha hecho es no dedicar el suficiente tiempo a escribir para poder terminarla antes.

En mi caso, tardé diez años en terminar mi primera novela, que por entonces se titulaba Galaxia Patria. El motivo fue que solo escribía en las vacaciones y que cada vez que lo hacía debía releer lo del año anterior para corregir lo ya escrito, con lo que apenas escribía cuatro o cinco capítulos nuevos cada año. ¿Creéis que tardar tanto tiempo en terminarla la convirtió en una obra maestra? ¡Ni por asomo! Es más, antes de escribir Centauri, un nuevo futuro (el segundo libro de la Trilogía Centauri) decidí darle un lavado de cara a Galaxia Patria con algunas nuevas ideas que se me había ocurrido para la ambientación. El resultado fue que reescribí prácticamente toda la novela, cambiando todos los diálogos y la mayoría de descripciones, y eliminando capítulos enteros para escribir otros nuevos. Incluso cambié el título, que pasó a llamarse Cuerpo de Asalto.

La calidad de una novela no viene determinada por lo que tarda en ser escrita, sino por la imaginación y los recursos del autor para desarrollarla. Y eso, como veremos en el siguiente punto, se logra entrenando nuestro cerebro.

– No hay que esperar a que nos llegue la inspiración para sentarnos a escribir.

El cerebro es un músculo más del cuerpo humano al que hay que entrenar a diario para que funcione como queremos. Me pasé mis cuatro primeras novelas esperando a estar inspirado para ponerme a escribir, hasta que descubrí que si escribía a diario mi mente estaba tan metida en la historia que me pasaba el día pensando en ella. En la ducha, corriendo, paseando al perro, incluso comprando ropa; mi mente era una fuente continua de ideas que me permitían tener siempre algo que escribir cada vez que me sentaba ante el teclado. Incluso cuando estaba escribiendo se me ocurrían nuevas escenas y tramas, de las que tomaba nota oportunamente en un cuaderno.

Lo cuento en pasado, pero en la actualidad sigue siendo así. No escribo todos los días porque estoy inspirado, escribo porque siempre tengo algo que contar y disfruto haciéndolo.

– La imaginación no descansa.

Si eres escritor y amas este oficio, siempre tendrás historias en la mente que te gustaría contar. A menudo ves cosas que te inspiran para una nueva novela: paseando por la calle, viendo una película, leyendo un libro o simplemente soñando (como me ocurre en ocasiones). Así que, ¿por qué no ponerte a escribirla en cuanto has terminado la anterior? ¿Por qué esperar? ¿Por qué perder días y días promocionando tu última novela cuando podrías estar escribiendo la siguiente?

Te aseguro que si tu cerebro está entrenado querrá escribir una nueva historia en cuanto termines la actual y eso no significa que tus obras vayan a tener menos calidad, sino más bien todo lo contrario. Aprenderás a ser mejor escribiendo y creando nuevas historias, no repasando una y otra vez la misma obra mientras van pasando los meses.

Conclusiones finales

Yo no creo que las obras de un autor sean mejores porque haya tardado dos años en escribir cada una de ellas. Sin embargo, sí creo que serán mejores si en ese periodo de tiempo ha escrito cuatro, seis o incluso ocho novelas, porque eso demuestra una constancia en la escritura y una enseñanza en cada una de ellas que se verá reflejada en la siguiente.

Obviamente hay excepciones, tanto de escritores que son capaces de alcanzar el Olimpo con una sola novela como los que, por muchas novelas que publiquen y por muy rápido que lo hagan, nunca pasarán de mediocres.

También soy consciente de que cada escritor es un mundo y cada uno tenemos un modo de escribir. No estoy menospreciando al que solo es capaz de escribir una novela al año, como tampoco ensalzo al que escribe ocho. Lo que pretendo decir es que una obra no es mala por el simple hecho de haber sido escrita en solo dos meses, ni un escritor es mediocre por ser capaz de escribir seis novelas al año. Simplemente significa que ha sido capaz de optimizar el tiempo que ha dedicado a escribir hasta el punto de lograr tan excelente rendimiento. Son luego los lectores los que deberán juzgar su trabajo.

Para terminar, quiero hacer una última reflexión analizando una frase del Dean Wesley Smith, en la que dice: «Todo lo que escribí antes de alcanzar el millón de palabras era basura». Con ello no pretende otra cosa que mostrarnos que el único modo de mejorar como escritor es a base de escribir una historia tras otra. Siendo así, ¿quién creéis que aprenderá más rápido, el que escribe un libro al año o el que escribe cuatro?

En mi caso considero que todavía me queda mucho por aprender, aunque, en realidad, eso es lo más bonito. No hay mayor aliciente al afrontar una nueva novela que hacerlo con la clara intención de que sea mejor que la anterior.

Por eso estoy deseando escribir nuevas historias y compartirlas con todos vosotros.